Esto era una vez un rebaño de elefantes. Había elefantes jóvenes, elefantes viejos, elefantes gordos, elefantes altos y elefantes flacos. Elefantes así y asá y de cualquier otra forma, todos diferentes pero todos felices y todos del mismo color… menos Elmer.
El cuento nos enseña un valor fundamental: a aceptar a los demás tal y como son. No valorando su físico o lo más superficial, sino a la persona en sí, en este caso al elefante en sí. Y Elmer se da cuenta de ello en este relato, donde sabe que su manada le aprecia por quién es y no por cómo es físicamente.
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