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Cuando el viento sopla fuerte los árboles se tumban con su fuerza y los barcos de vela parecen que vuelen por el mar. Pero nosotros no vemos el viento. Y cuando el viento sopla suavemente, sentimos que juega con nuestro pelo y seca la ropa tendida. Pero seguimos sin ver el viento. Señor, no te vemos, pero eres el viento de la vida.
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