– Hoy jugaremos a lo que yo quiera – dijo una de ellas, mientras que la otra replicó:
– Te equivocas, eso lo decidiré sólo yo.
Ambas se empeñaron en sus caprichos y acabaron enfadadas; hasta que un día se reconciliaron e hicieron las paces, una de ellas manifestó:
– Dejemos los juegos por hoy. Es necesario encontrar otra salida.
Así, dialogando, se pusieron de acuerdo: cada una, alternándose, indicaría el juego del día.
Desde entonces, no hubo más peleas y conservaron su amistad toda su vida.
Jesús, ayúdanos a ser buenos amigos de nuestros amigos, ayúdanos a ser buenos amigos tuyos.
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