CUÉNTAME UN CUENTO: Una amistad perdida a mordiscos


En el gran Mundo de la Fantasía había revuelo y crispación. La pequeña hada Carmen había empezado a morderlo todo. Al principio, su objetivo era el bosque. No había fruto al que no hubiera hincado el diente. Y aunque había recibido regañinas y castigos, su comportamiento no había mejorado.
Con el paso de las semanas la cosa había ido a peor. Ahora las víctimas eran sus amigos, con los que compartía juegos y tareas. Al pequeño duende Fermín le había mordido en la oreja izquierda. Fermín lloraba y Carmen se excusaba en decir que como su amigo era negro ella pensaba que sería de chocolate y que se podía comer. Nueva regañina y nuevo castigo.
La elfa Cristina no había tenido mejor suerte. Esta pequeña tenía el pelo de un naranja intenso y Carmen explicó, tras el mordisco oportuno, que ella solo pretendía averiguar si sabía a naranja. El mismo pretexto utilizó nuestra hada tras dejar la huella de sus dientes en el brazo de Chinlin, un gracioso ogro con antepasados humanos chinos. Como era amarillo Carmen dijo haberlo confundido con un limón. Más regañinas y más castigos.
Todos estaban muy enfadados y doloridos y ninguno quiso volver a jugar con Carmen. La pequeña hada seguía a dentelladas con todo aquello que encontraba, pero cada vez estaba más sola y triste. Miraba de lejos como sus antiguos compañeros se reían, compartían juguetes y jugaban en el bosque de Fantasía. Morder empezaba a aburrirla, ella quería jugar con sus amigos, pero cada vez que se acercaba a ellos, todos huían volando o corriendo. Finalmente, la hechicera Morgana acordó una reunión entre los pequeños. En ella, Carmen pidió perdón a todos entre lágrimas y aseguró que ningún mordisco era más importante que tener amigos. Y es que, la soledad había dado una importante lección al hada Carmen: a los amigos hay que cuidarlos y, sobre todo, nunca hacerles daño.

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